Como algunos
sabréis hace alrededor de un mes me incorporé al equipo de Cabrons du Cinéma. Debido
a unas semanas ajetreadas en la Universidad, la actividad en el blog y a la vez
mi trabajo dentro de este, se han visto demorados un poco. Con esta entrada, me
gustaría dar paso a una nueva sección (no más bien novedosa sino de ampliación)
destinada a obras de todo tipo fuera de la cartelera actual.
Que mejor manera de empezar todo esto con la opera prima de Víctor Erice El Espíritu de la Colmena (1973) como retrospectiva a toda la experiencia cinematográfica. El viaje al pueblo de Hoyuelos con la pequeña Ana no es ni más ni menos una aventura onírica, perfectamente comparable con el viaje por la zona en Stalker (1979) de Andrei Tarkovski o incluso el de Mei y Satsuki en Mi Vecino Totoro (1988), donde somos trasladados a un mundo especial.
Que mejor manera de empezar todo esto con la opera prima de Víctor Erice El Espíritu de la Colmena (1973) como retrospectiva a toda la experiencia cinematográfica. El viaje al pueblo de Hoyuelos con la pequeña Ana no es ni más ni menos una aventura onírica, perfectamente comparable con el viaje por la zona en Stalker (1979) de Andrei Tarkovski o incluso el de Mei y Satsuki en Mi Vecino Totoro (1988), donde somos trasladados a un mundo especial.
Este universo es sin duda, el de la posguerra española y que la propia película nos sitúa en su inicio con “Un lugar de la meseta castellana hacia 1940…”. No obstante, el mundo que nos encontramos es especialmente personal para Erice y a la vez, para nosotros mismos. La llegada del cine al pueblo con la película La novia de Frankenstein (1935) de James Whale, suponen el cambio y al mismo tiempo el inicio del viaje. Cada uno debe empezar aquí su propio camino, su propia aventura y también su descubrimiento.
Nos encontramos en un pueblo que parece haber sido congelado después de la guerra, con sus habitantes paralizados y que en pocas ocasiones dialogan entre ellos (el único momento de reunión entre estos será la proyección de la película). Es un mundo lleno de heridas de guerra, o de vencidos como han apuntado los autores Jaime Pena o Santos Zungunegui. El pasado recae sobre sus almas en todo momento y esto es retratado por Erice con todo tipo de elementos metafóricos o incluso poéticos. Y es que la película abunda en lirismo y poética, poseyendo un tempo totalmente contemplativo digno de los maestros japoneses como Yasujiro Ozu o Kenji Mizoguchi. Vemos claramente reflejado este paso del tiempo también, con las muchas elipsis en forma de encadenado para pasar de la noche al día o incluso avanzar varios días. Este avance en el tiempo produce a la película y al espectador una descolocación general que amplifica la idea de mundo onírico. Es Ana, con la ayuda de su hermana Isabel, quien en medio de este mundo parado, frio y en decadencia va a iniciar su propia aventura.
Este viaje es
un descubrimiento que os reservo a cada uno de vosotros y que de la misma forma
que los niños y Ana lo inician en Frankenstein,
cada uno lo realizará de manera distinta con El Espíritu de la Colmena y con muchas de las obras que van a ser
comentadas en esta sección. La obra de Erice supone la entrada a un mundo autobiográfico
que al mismo tiempo se abre a todos nosotros con una profundidad increíble. Su
segunda y última película El Sur
(1983), dejando de lado el documental El Sol
del Membrillo (1992), posee la misma fuerza nostálgica del pasado pero nunca
sabremos como seria si se hubieran rodado los 90 minutos restantes. A día de
hoy, El Espiritu de la Colmena se mantiene como su obra más impresionante
y supone la perfecta noción del cine como arte capaz de trasladarnos a nuestros
más profundos imaginarios.
Mi
puntuación: 8,75/10.
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