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viernes, 22 de marzo de 2013

Spring Breakers. Psicodelia cinematográfica y otras drogas.

Tras un parón bloguero de difícil explicación, retomamos la actividad con la película que más se asemeja a nuestro momento actual: Spring Breakers y las vacaciones de semana santa de un grupo de universitarios. Pedimos disculpas por la ausencia, prometemos que a partir de ahora el blog va a mantener un ritmo de publicaciones constante, aunque se dé el caso de que únicamente lo lean nuestras madres.




Pienso que más que poner en situación la película o explicar de qué trata lo mejor es que veáis el tráiler que tenéis encima de éstas líneas para haceros una idea. Si no sois capaces de terminarlo, os pongo brevemente en situación: Cuatro universitarias deciden desconectar de la dura (falso) vida estudiantil para emprender un viaje a Florida, la meca de la fiesta, con el fin de pegarse la mayor juerga de sus vidas; o como le cuentan a sus madres, a buscarse a si mismas. Hasta aquí bien podría ser la segunda parte de Project X o un sucedáneo de American Pie, pero aquí el tono humorístico de las citadas se intercambia por el tono provocativo que le añade que las cuatro muchachas sean productos de la factoría Disney, al igual que Britney Spears (a la que escucharemos) y se paseen parte de los 92 minutos en bikini.


Selena Gómez es la encargada de representar los valores que Disney (Pixar a parte) transmite no sólo a una generación, sino a toda la sociedad. ¿A quién culpamos de las Beliebers? Selena es el máximo exponente: chica angelical, acude a misa todos los días, miente a su madre, etc. Las otras tres jóvenes (Vanessa Hudgens, Racher Korine y Ashley Benson) se alejan del estereotipo Disney desde el inicio con actos censurables como la felación a un dibujo en un papel o con un hurto para conseguir financiarse el viaje. Lo que expresa el conjunto de las cuatro universitarias es la perdida de referentes de una generación, el deseo de la diversión por la diversión, de unas eternas vacaciones, de acceder a cualquier propuesta con tal de sentirse libres. Todo desemboca en el vacío interior de las protagonistas y de la multitud que tienen a su alrededor. Un vacío del que no son conscientes que les mantiene en un estado de muerte, porque en ellos la vida brilla por su ausencia. 




Al lado de las cuatro bellezas encontramos a un camaleónico James Franco, el actor joven cultureta por excelencia. Interpreta a un extrovertido gánster narcotraficante y se luce. Franco es lo mejor del film y nos deja una secuencia que bien debería valerle un Oscar si los académicos no fueran del siglo quince y que puede pasar a la historia como la mejor felación vista en la gran pantalla, hasta aquí puedo decir.


¿Qué hace un chico como él en una película así? Es que resulta que el film es cine de autor. Harmony Korine es un autor estadounidense que se ha ganado a pulso la fama por polémicas películas como Gummo o Julien Donkey-Boy, ésta última perteneciente al movimiento Dogma 95 y en la que participa Werner Herzog. Spring Breakers es su “salto al cine comercial”. En España la llevamos esperando desde que no dejara a nadie indiferente en el Festival de Cannes de 2012 o en su pase de Sitges.


Korine filma la película a modo de videoclip. El aspecto visual es su punto fuerte. Spring Breakers bebe de películas como Drive y aprovecha la imagen para hipnotizar al espectador, para inducirlos al mismo estado de enajenación que el de las protagonistas. La película comienza con imágenes en slow motion de la fiesta que será el núcleo del film y la atronadora música de SkrIllex (encargado de la bso) que no dejará de sonar hasta el the end. Predominan los primeros planos con la cámara bailando, el enfoque automático desactivado estilo Cassavetes y los abundantes planos detalle de pechos. Aparecen más pechos que “fucks” en una película de Tarantino o citas pedantes de arte en pelis de Godard. Pechos al margen, el trabajo de cámara es excelente. El poder visual de las imágenes y la bso hacen de su visionado en una sala de cine una experiencia difícil de olvidar. En unos años se debatirá si films como Drive o Spring Breakers han marcado una nueva corriente en la industria cinematográfica dando un paso más en el denominado postmodernismo.




Decía Godard que lo único que se necesita para hacer una película es una chica y una pistola. Como ya he dicho, chicas tenemos en Spring Breakers en grandes cantidades. Y sí, pistolas también. A partir de la irrupción de James Franco asistimos a un desfile armamentístico en lo que es la mejor vuelta de tuerca al clásico argumento de ascenso de poder que recuerdo. Más de uno se acordará de Scarface.


El vacío de los personajes se traslada al fondo de la película, ni siquiera recuerdas sus nombres. Acaba el film y crees que has despertado un domingo a las tres de la tarde después de una noche de borrachera. La sensación es la misma: la de echar la vista atrás y pensar que ha sido una gran noche, que la diversión ha sido superlativa, pero que en el fondo de tu ser no encuentras la respuesta a magna estupidez, que no lo vas a repetir. Iluso.


Mi puntuación: 9/10 en pantalla grande. Seguramente un 3/10 si la hubiera visto en casa.

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