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jueves, 13 de junio de 2013

Reality, de Matteo Garrone. Italia como espejo.

El cine italiano, desde siempre, ha basado sus historias en su presente y pasado nacional, lanzando una mirada de puertas hacia dentro y proyectando al mundo su identidad. Matteo Garrone ya nos habló de una faceta de Italia mil veces explorada por el cine como lo es la mafia en Gomorra. Con Reality, Garrone se adentra en una típica familia napolitana para mostrar los estragos que la sociedad ideada por Berlusconi alrededor de la neotelevisión y sus medios de entretenimiento han provocado.

El inicio nos enlaza con los cineastas a los que tanto debe Garrone. Un helicóptero nos transporta a la ciudad de Nápoles, la cámara nos guía a una carroza de época que a su vez nos conduce a una boda en la que todos los invitados visten ropajes del siglo XVI. ¿Qué año visualizamos? El efecto es extraño, no es un film de Visconti y las mujeres voluptuosas que no dejan de deambular por la pantalla no son de un film de Fellini. Garrone conecta así el presente (la consecuencia) con el pasado y los deudores de la sociedad italiana (la causa).



Tras el prologo, conocemos a la familia de Luciano. Su esposa trabaja en un conocido centro comercial de la ciudad y él regenta una modesta pescadería de barrio, conectando de nuevo lo que es el pasado y el presente de las grandes ciudades. Los hijos del padre de familia, educados por la neotelevisión, le animan a asistir al casting de un conocido reality show propiedad de Mediaset. El buen feedback tras el casting y la superación de la primera fase le harán asistir a una segunda prueba celebrada en la Cinecittá (¿de veras se ha convertido en esto?). De nuevo, Luciano sale de la prueba convencido de que el puesto en el reality es suyo y vivirá día tras día con la obsesión de que su vida es un continuo casting, de que lo vigilan, de que en cualquier momento llamarán a su puerta. Reality nos muestra explícitamente como puede llegar a afectar la televisión en entornos familiares desestructurados, en la línea de películas como Requiem for a dream. O sin ir más lejos, el documental Videocracy, que ya nos hablaba del modelo social que ha creado Silvio Berlusconi a través de Mediaset.

Es muy adecuado el uso de la steadicam que hace Garrone para seguir al protagonista durante todo el metraje, como si asistiéramos a un reality en el que nada hay de ficción. La verdad del film es tan visible que duele. La verosimilitud se sustenta en la elección del reparto, ya que el interprete de Luciano (Aniella Arena) es un ex presidiario que Garrone conoció durante el rodaje de Gomorra, lo que facilita los registros interpretativos que el director exige para el personaje de Luciano, al que podríamos clasificar como un Tony Montana de barrio, por su deseo de ascensión social sin esfuerzo que la televisión le puede proporcionar. poca que a su vez nos conduce a una boda en la que todos los invitados visten ropajes del siglo XVI




Tras alzarse con el Gran Premio del jurado en el Festival de Cannes de 2012, la película llegó a España catalogada como comedia… Si algún espectador ha soltado carcajadas con el experimento de Matteo Garrone es para hacérselo mirar. Es terriblemente devastador la ¿ilusión, sueño? de Luciano contemplando en plató del reality show, ubicado en Roma, y adentrándose en el templo de la estupidez para perecer en él al descubrir que son esas representaciones que la televisión nos ha creado. Platón y su caverna nunca estuvieron más cerca. La escena viene precedida de una misa cristiana, queriéndonos señalar en lo que se han convertido los medios de comunicación para las sociedades contemporáneas: en religión.

El film se abre y se cierra con un gran plano general cenital de Nápoles en su obertura y de Roma en su conclusión, dando buena muestra del afán de retratar a una comunidad y no únicamente a su protagonista. Luciano somos todos.


viernes, 7 de junio de 2013

"The Hangover III": las terceras partes nunca fueron buenas

Me gustaría empezar esta crítica con una frase que escribió Kyle Smith en The New York Post: “The good news is that ‘The Hangover Part III’ isn’t a rerun like the second episode. The bad news is everything else.” Muy dura, pero desafortunadamente, cierta. No sé si yo iba con demasiadas expectativas, pero The Hangover III me decepcionó muchísimo. Y esto proviene de una fan incondicional de la primera parte, que perdonó todos los errores de la segunda y esperaba un final apoteósico.