Me gustaría empezar esta crítica con una frase que escribió Kyle Smith en The New York Post: “The good news is that ‘The Hangover Part III’ isn’t a rerun like the second episode. The bad news is everything else.” Muy dura, pero desafortunadamente, cierta. No sé si yo iba con demasiadas expectativas, pero The Hangover III me decepcionó muchísimo. Y esto proviene de una fan incondicional de la primera parte, que perdonó todos los errores de la segunda y esperaba un final apoteósico.
En esta tercera parte, intentan evitar la fórmula que usaron en el primer y segundo film, procurando eliminar la repetición. Pero también eliminan el humor, la incorrección política y la profundidad de los personajes. Me duele mucho escribir esto. A mi la primera entrega me encantó, y la segunda, aunque bajó un poco el nivel, tenía su gracia. Le tengo cariño a la saga, pero debo admitirlo: la tercera parte es infumable. Por un lado, parece que intenten legitimarse. Ahora todo es más serio: no se parte de una despedida de soltero, sino de un funeral. El viaje no es hacia Las Vegas o Tailandia, sino hacia un centro de salud mental para Alan. Todos esperábamos una resaca como en las otras, pero esta vez, no aparece. Y si en la segunda parte repitieron la formula, ¿por qué no ahora? Por otro lado, parece que los creadores quisieran matar definitivamente The Hangover, y haciendo un film como este, se aseguran que nadie va a querer una cuarta parte (es que nadie puede desear ver otra entrega). Al menos tenemos la certeza de que ya está, que se ha acabado por fin. Tristemente, con un final un poco patético.
The Hangover III está teñida de nostalgia, las bromas más graciosas son bromas internas, referencias a las dos primeras partes, que sólo podrán identificar los que las hayan visto. Por ejemplo, Alan se despide de Carlos, el hijo de la stripper de la primera película. Y aunque es una secuencia relativamente divertida, todo coge una forma demasiado sensible y emotiva, que nada tiene que ver con el espíritu original de la peli y que acaba provocando un poco de vergüenza ajena.
Los personajes pierden la profundidad que podían tener y se convierten en unos estereotipos, en una forma demasiado simple y insustancial. Todo se centra en Chow y en Alan, que son los más esperpénticos, los que podrían ser más divertidos y jugosos. Pero tampoco lo son: intentan rizar tanto el rizo que cansa. Alan y Chow ya no son entrañables, los han convertido en dos personajes insufribles y que adquieren más protagonismo del que deberían. Se explotan los personajes hasta que están vacíos y todo es una reiteración eterna de las mismas bromas (en esta tercera entrega inexistentes). Y tampoco hay irreverencia e incorrección política tan presentes en la primera y segunda parte, aquí sólo se juegan con un par de tópicos sobre asiáticos muy pobres.
Parece que mi experiencia fue una desgracia y que cada cinco minutos tenía que mirar el reloj, esperando que se terminase esa agonía. No fue tan terrible, en realidad. Pero la película pasa bien, se deja ver, hay tanta acción que es imposible aburrirse. Lo mejor del film es lo que aparece después de unos segundos de créditos, una escena de más o menos un minuto. Pero eso no se hace: no me muestres lo que podría haber sido The Hangover III justo cuando salgo de la sala.
Y yo quería que me gustase, en serio.
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