Como si de un funeral se tratase, Outrage (2010) se inicia con un larguísimo travelling que nos muestra una filera de inamovibles yakuzas vestidos de negro. El plano general revela la puesta en escena por donde van a circular los respetados altos mandos de la yakuza según salen de una mansión. A continuación, observamos como una fila de coches negros abandona lentamente el patio y se enfila por la carretera como una procesión funeraria.
Y
es que después de «enseñar qué es un yakuza»
mediante los rituales fuertemente estilizados en Brother (2002) y unos últimos años de reflexión artística con su
trilogía autobiográfica, Takeshi Kitano se ha dado cuenta de su propia vejez y
la de su cine. Lejos queda ya ese primer dibujo del yakuza enloquecido en Boiling
Point (1990), quien ignoraba cualquier código u rito y que compartía el gusto
por esos largos juegos en la playa como en Sonatine
(1993) o incluso Brother. En Outrage y Outrage Beyond (2012), esta figura es totalmente madura y a la vez
crepuscular, propia de un cineasta que no puede hacer lo que tanto le gustó. La
decadencia de Kitano y su propio personaje, Ōtomo, se plasma a partir de varios
sucesos: desde la inútil amputación del dedo (hecho que nunca había practicado
un personaje interpretado por Beat Takeshi) hasta la mismísima encarcelación
que ocurre en el final de la primera entrega, Outrage, y que finaliza con la supuesta muerte de Ōtomo.
Asimismo la narración de ambas entregas es sin lugar a dudas enfadada y violenta, repleta de yakuzas que gritan, matan y mueren. No hay en ningún momento espacio para ése hombre vestido de negro y gafas de sol, inmerso en sus pensamientos y la asimilación de su propia muerte, y con el que Kitano creó su imagen. La inmolación de su propio ser y de este alter ego se evidenció ya en la película Takeshis’ (2005), y tanto en Outrage como en Outrage Beyond no existe: las dos son obras que priorizan el reparto coral a la individualización del personaje de Ōtomo. Con esto, el director nipón no se encarga solamente de hacer estallar un género como es el de la yakuza, sino que nuevamente va más allá con la inmolación su propio trabajo anterior en el género.
Podemos considerar fácilmente Outrage Beyond como un mero intermedio de la primera parte, con la que el director se encarga de seguir con su propia deconstrucción del género y el mundo de la yakuza. La desaparición del personaje de Beat Takeshi se hace aquí aún más patente, es creído muerto y aparece contadas veces durante la primera media hora de metraje; también va a ser agredido en un ascensor y pisoteado por los altos mandos de la yakuza e incluso por la policía. No obstante, en lo que es la secuencia final de la película y de la misma manera que se abría Outrage, observamos circular por el patio de una casa a innumerables yakuzas vestidos de negro que esta vez asisten a un funeral. Llegados a este punto Kitano imprime un giro trascendental a la obra: sin ningún tipo de reparo va a liquidar al policía que lo ha ayudado revelándose contra todo lo preestablecido en ambas obras. Quién sabe si todos estos yakuzas están asistiendo a su propio funeral y si Ōtomo va a empezar su propia enfurecida cruzada contra ellos pues Kitano nos corta aquí con un final totalmente abierto, en espera de una posible próxima entrega de Outrage.
Asimismo la narración de ambas entregas es sin lugar a dudas enfadada y violenta, repleta de yakuzas que gritan, matan y mueren. No hay en ningún momento espacio para ése hombre vestido de negro y gafas de sol, inmerso en sus pensamientos y la asimilación de su propia muerte, y con el que Kitano creó su imagen. La inmolación de su propio ser y de este alter ego se evidenció ya en la película Takeshis’ (2005), y tanto en Outrage como en Outrage Beyond no existe: las dos son obras que priorizan el reparto coral a la individualización del personaje de Ōtomo. Con esto, el director nipón no se encarga solamente de hacer estallar un género como es el de la yakuza, sino que nuevamente va más allá con la inmolación su propio trabajo anterior en el género.
Podemos considerar fácilmente Outrage Beyond como un mero intermedio de la primera parte, con la que el director se encarga de seguir con su propia deconstrucción del género y el mundo de la yakuza. La desaparición del personaje de Beat Takeshi se hace aquí aún más patente, es creído muerto y aparece contadas veces durante la primera media hora de metraje; también va a ser agredido en un ascensor y pisoteado por los altos mandos de la yakuza e incluso por la policía. No obstante, en lo que es la secuencia final de la película y de la misma manera que se abría Outrage, observamos circular por el patio de una casa a innumerables yakuzas vestidos de negro que esta vez asisten a un funeral. Llegados a este punto Kitano imprime un giro trascendental a la obra: sin ningún tipo de reparo va a liquidar al policía que lo ha ayudado revelándose contra todo lo preestablecido en ambas obras. Quién sabe si todos estos yakuzas están asistiendo a su propio funeral y si Ōtomo va a empezar su propia enfurecida cruzada contra ellos pues Kitano nos corta aquí con un final totalmente abierto, en espera de una posible próxima entrega de Outrage.
Con la brillante finalización de Outrage
Beyond podemos observar claramente la brutal demolición que propone Takeshi Kitano
sobre la yakuza, donde cabe esperar
como va a finalizar esta enrabiada saga. Yo sin lugar a dudas, estoy ansioso
por ver cómo lo va hacer Beat Takeshi.
Mi puntuación: 6,95/10.
No hay comentarios:
Publicar un comentario