En un país en el que el cine no se contempla como arte, sino
como mero entretenimiento adormecedor de almas, llama la atención que surjan
individuos con la necesidad y vocación de crear. No es extraño en realidad, la
decadencia o crisis de un país del primer mundo es la mejor situación para los artistas:
España está llena de escritores, músicos, cineastas, etc con mucho talento cuyo
único problema es la nula intercomunicación con el espectador. Lo que es
extraño, desgraciadamente, es que éstas obras
acaben siendo distribuidas.
Elías León Siminiani lo está consiguiendo poco a poco, semana a semana va ampliando salas. Y eso es en parte gracias al boca-oreja, la mejor promoción posible. Esto no es una crítica al uso, es más bien una recomendación, una llamada a la población, un reclamo: vayan a ver Mapa.
¿Por qué? Mapa es una lección. Es la demostración de que se
puede crear (hacer cine en ésta ocasión) con muy pocos recursos. Siminiani lo
consigue desnudándose ante la cámara (aunque es española, no literalmente). La
película es un diario en el que asistimos a dos años de la vida de su autor,
narrados en off por él mismo. Todo es
real.
El film da comienzo en 2008. Después de experimentar con los
límites entre realidad y ficción en algunos cortometrajes como Límites 1º Persona, Siminiani
abandona a su novia Ainhoa y poco después pierde su trabajo como guionista en
televisión. El vacío le invade, no sabe hacía donde dirigir su vida y emprende
un viaje a la India en busca de no sabe qué. Éste es el punto de partida de un
viaje que resultará ser de ida y vuelta, en el que descubriremos al mismo
tiempo que su autor las revelaciones que todos en algún momento hemos sufrido
en nuestras relaciones personales. La imposibilidad y necesidad de desprenderse
del amor serán el eje central de ese viaje de ida y vuelta, parafraseando al
joven cineasta: Mapa es una road-movie
narrada en primera persona acerca de un joven cineasta que viaja a la India en
busca de un nuevo ‘mapa’ para el amor: para la vida.
Podemos catalogar a Mapa como documental. Pero ninguna
etiqueta le hará justicia. Sí, todo lo que ocurre en la película es real. Sin
embargo, Siminiani recurre a modelos de puesta en escena de la ficción:
incluyendo juegos propios de la ficción mediante el montaje o el uso de la
música como algo que dinamite la acción, formula extraída del musical. A ello
hay que sumarle que la selección de canciones denota melomanía y buen gusto,
con especial eficacia el Walk Out de
Matthew Sweet.
De la única forma que se puede etiquetar la película es de valiente y atrevida. No debe ser fácil
dejar ver las entrañas de uno mismo y las de su familia a desconocidos
espectadores. Admiro esa capacidad de retrospectiva, de irse descubriendo a uno
mismo al mismo tiempo que se gesta la película, haciendo del juicio propio y la
autocrítica otro personaje más.
Aplaudo que propuestas como ésta lleguen cada vez a más
público y sea valorada en su justa medida allá donde se exhiba. En el Festival
de Sevilla se hizo con el premio a Mejor Documental Europeo, en el Festival
Internacional de Cinema de Tarragona se alzó con el premio a Mejor Opera Prima
Internacional; y ahora le ha llegado la recompensa con la nominación al Goya a Mejor Documental. Sería muy justo que acabará
siendo para Siminiani ese Goya. Hay que impulsar propuestas de este tipo. Sobre
todo ahora que andamos escasos de subvenciones.
Por último, agradecer a Avalon y Pantalla Partida por apostar por la distribución de este tipo de cine y a Cines Renoir por exhibirla. Corred a verla.
Ideal para estudiantes
de audiovisuales vocacionales y corazones rotos.
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